Canadá es un país con una historia centenaria y
plagada de importantes acontecimientos. Una nación que cuenta con unas
costumbres y cultura que provienen de varios países y que se remontan muchos
años en el tiempo. Un territorio que ha pasado por diversos períodos y etapas
históricas a lo largo de los siglos que deben ser conocidos. La historia humana
de Canadá se inició hace unos 15 000 años, cuando los aborígenes de la zona
forjaron prósperas comunidades en la exuberante naturaleza.
Los primitivos pobladores de Canadá
probablemente fueran cazadores nómadas asiáticos que persiguiendo por
necesidad caribúes, uapitíes y bisontes, cruzaron el puente de tierra que unía
Siberia y Alaska. Cuando la Tierra se calentó y los glaciares se retiraron,
aquellos pueblos emigrantes se expandieron progresivamente por todo el
continente.
Hace unos 4500 años, una segunda oleada
migratoria procedente de Siberia llevó a los ancestros del pueblo inuit hasta
Canadá. A finales del s. XV, cuando llegaron los primeros europeos, los pueblos
aborígenes se hallaban distribuidos en cuatro asentamientos principales por
todo Canadá: el Pacífico, las Llanuras, la zona sur de Ontario/río San Lorenzo
y los bosques del noreste. El famoso vikingo Leif Eriksson y su tribu de
marineros escandinavos fueron los primeros europeos no solo en llegar a las
costas de Canadá, sino en pisar América del Norte. Hacia el 1000 d.C. rodearon
la costa oriental de Canadá fundando campamentos de invierno y estaciones para
reparar los barcos y aprovisionarse, como el de L’Anse aux Meadows en
Terranova. Las tribus autóctonas no los recibieron con los brazos abiertos, y
los vikingos, cansados de tanta hostilidad, regresaron a su tierra. Durante los
siguientes 300 o 400 años no hubo más incursiones extranjeras en el territorio.
Pero las cosas cambiaron a finales del s. XV.
En 1492, con el respaldo de la Corona española, Cristóbal Colón partió en busca
de una ruta marítima occidental hacia Asia y se topó con unas pequeñas islas en
las Bahamas. Otros reyes europeos, impactados con tal “descubrimiento”, no
tardaron en patrocinar sus propias expediciones. En 1497, Giovanni Caboto (John
Cabot), navegando bajo bandera británica, llegó más al oeste, hasta Terranova y
Cape Breton. El rey Francisco I de Francia miró a sus vecinos, chasqueó los dedos y ordenó que Jacques Cartier se presentara ante él.
Por entonces, no solo buscaban el Paso del Noroeste sino también oro, dados los
hallazgos de los conquistadores españoles en territorios azteca e inca.
Cuando en 1588 la Corona
francesa otorgó el primer monopolio mercantil en Canadá, otros comerciantes se
apresuraron a cuestionar tal derecho. Así empezó la pugna por el control del
comercio de pieles. No hay que subestimar la importancia económica de esta empresa
ni su papel en el desarrollo de la historia canadiense, pues fue la razón
principal de la colonización europea, el origen de la lucha por la hegemonía
entre franceses y británicos, y la fuente de conflictos y discordias entre los
grupos aborígenes.
La presión inglesa comenzó con la
fundación de la Compañía de la Bahía de Hudson (1670), dedicada al
comercio de las pieles. Luego, la rivalidad anglo-francesa en Europa repercutió
en América.
Así, el Tratado de Utrecht
obligó a Francia a ceder Nova Scotia, y la guerra de los Siete Años fue
aprovechada por Gran Bretaña para vencer al ejército francés (llanura de
Abraham, 1759) y hacerse con el dominio de Canadá. Esta ocupación fue
sancionada por el Tratado de París (1763).
En
1759, los británicos asediaron Quebec y escalaron los acantilados para lanzar
un ataque por sorpresa que derrotó a los aturdidos franceses. Fue una de las
batallas más famosas y sangrientas de Canadá, en la que murieron los generales
al mando de ambos ejércitos. Francia cedió Canadá a Gran Bretaña por el Tratado
de París (1763).
La gestión del territorio recién adquirido
supuso un gran desafío para los británicos. De entrada, tuvieron que sofocar
los levantamientos de las tribus aborígenes, como el ataque del jefe ottawa
Pontiac a Detroit.
Los francocanadienses
fueron el siguiente dolor de cabeza. Las tensiones surgieron cuando los nuevos
gobernantes impusieron la ley británica que limitaba severamente los derechos
de los católicos romanos (franceses), incluido el derecho a votar y a ejercer
cargos.
Como
si las tribus y los franceses no fueran ya suficiente problema, las colonias
americanas del sur empezaron a rebelarse. El gobernador británico Guy Carleton
llegó a la conclusión de que ganarse la lealtad política de los colonos
franceses era mejor que acostumbrarles a beber té, y de ahí salió la Ley de
Quebec de 1774, que validaba el derecho de los francocanadienses a su religión,
les permitía ejercer cargos políticos y restauraba el uso del derecho civil
francés. Así, durante la Revolución estadounidense (1775-1783) la mayoría de
los francocanadienses se negaron a empuñar las armas por la causa americana,
aunque tampoco fueron muchos los que defendieron de buena gana a los
británicos.
La independencia de EE
UU. (1783) determinó la emigración a Canadá de numerosas familias americanas
leales a Gran Bretaña, que se establecieron en la cuenca alta del San Lorenzo y
alteraron la composición étnica del país.
Ello obligó a dividir el territorio canadiense
en dos provincias (Acta Constitucional. 1791), Alto y Bajo Canadá, de
mayoría británica y francesa, respectivamente, cada una con régimen
parlamentario propio.
Una nueva guerra entre Canadá y EE.UU.
(1812-1814) unió momentáneamente a todas las provincias para rechazar la
invasión. Después, la tensión entre el Gobierno británico y los colonos creció
hasta desembocar en las rebeliones de 1837-38, localizadas en el Alto Canadá
(Mackenzie) y Bajo Canadá (Papineau).
El
movimiento, si bien fue reprimido, mostró al Gobierno británico la conveniencia
de una reforma de carácter democrático v, reuniendo en una sola provincia el
Alto y el Bajo Canadá. La importancia del gobernador, de nombramiento
británico, quedó disminuida y los ministros aumentaron su poder al serles
concedida responsabilidad en la Asamblea legislativa (1848).
Se inició una época de prosperidad, reflejada
en el aumento de la población y estimulada con acertadas medidas
(secularización de las propiedades del clero protestante, abolición de
propiedades señoriales, construcción de ferrocarriles).
En 1867 se aprobó la Confederación canadiense,
que agrupó, en su origen, las provincias de Ontario (Alto Canadá), Quebec (Bajo
Canadá). New Brunswick y Nova Scotia. Después se incorporaron los demás
territorios, conforme avanzaba la colonización del oeste canadiense.
El gobierno de la Confederación fue ejercido
alternativamente por conservadores y liberales. Los primeros ocuparon el poder
desde 1867 hasta 1896, en que un conflicto con la Iglesia católica (libertad de
enseñanza) motivó su caída.
El partido liberal, intentó en su primer
mandato (1896-1911) una política autonomista. Durante la Primera Guerra
Mundial, Canadá participó con 600.000 soldados junto a los aliados, lo que le
permitió estar presente en las negociaciones de Versalles.
En 1921 volvieron al Gobierno los liberales, y
en 1926 la Conferencia Imperial otorgó la independencia de Canadá. En estos
años Canadá alcanzó un rápido desarrollo: explotación de yacimientos de oro.
amianto y níquel; construcción de centrales hidroeléctricas; industrias de la
madera y del papel; aumento de los cultivos agrícolas.
Pero la crisis de 1929 frenó su expansión y
provocó la subida al poder de los conservadores (1930-35) y la creación de
nuevos partidos de inspiración socialista. En 1935 subió de nuevo al poder
Mackenzie King y durante su gobierno Canadá intervino en la II Guerra Mundial
junto a los aliados (Pacto de Hyde Park. 1941).
El período posterior a la II Guerra Mundial
trajo otra oleada de expansión económica e inmigración procedente de Europa.
Canadá ingresó en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945 y en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 1949 como miembro fundador. En 1949 Gran Bretaña cedió la isla de Tertanova a Canadá. A la muerte de Mackenzie King (1950) fue nombrado primer ministro el liberal Saint-Laurent.
En 1957, tras una crisis económica, los
conservadores progresistas ganaron las elecciones y el jefe del partido
conservador, J. Diefenbaker, ocupó la jefatura del Gobierno hasta 1963, en que
fue derribado por su negativa a equipar las tuerzas armadas canadienses con
armas atómicas. En
1960, los pueblos aborígenes de Canadá obtuvieron la nacionalidad canadiense y
en las décadas siguientes afloraron los problemas relacionados con los derechos
sobre la tierra y la discriminación.
En 1990 tres
provincias rehusaron ratificar el acuerdo del lago Meech (3 junio 1987), que
reconocía a Quebec un estatuto diferenciado a cambio de su adhesión a la
Constitución; y una propuesta de consenso para solucionar la crisis fue
derrotada en referéndum (26 octubre 1992), Mulroney dimitió en febrero de 1993
y tras las elecciones de octubre el liberal Jean Chrétien formó Gobierno. Un
nuevo referéndum sobre la independencia de Quebec (30 octubre 1995) se resolvió
con una exigua diferencia a favor del no. En 1985, Canadá se convirtió en el
primer país del mundo en aprobar una ley multicultural de ámbito nacional. Hoy,
más del 20% de la población canadiense ha nacido en el extranjero. La Columbia
Británica posee una larga historia de acogida de inmigrantes japoneses, chinos
y surasiáticos. Las provincias de las praderas tradicionalmente han sido el
destino de un gran número de ucranianos, y Ontario cuenta con una numerosa
población caribeña y rusa, además de acoger al 60% de los musulmanes.
En nuevo milenio de Canadá.
El loonie
despegó en el 2003 gracias al petróleo, los diamantes y otros recursos
naturales, y la tolerancia marcha viento en popa con la legalización de la
marihuana terapéutica y el matrimonio homosexual. El país mostró al mundo su
exuberante riqueza al organizar con éxito los Juegos Olímpicos de Invierno 2010
en Vancouver.
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